Se cumple un año del golpe de Estado que derrocó al entonces presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Hoy el país lo dirige Porfirio Lobo después de un gobierno interino y meses de violencia en las calles. Pero las heridas siguen abiertas porque el actual gobierno sigue sin alcanzar el reconocimiento internacional que necesita el país, uno de los más pobres de América Latina.
365 días después, los hondureños tratan de olvidar uno de los capítulos más negros de su historia reciente. El golpe militar que depuso al presidente Manuel Zelaya abrió una brecha encarnizada entre sus partidarios y sus detractores.
Para el actual presidente, Porfirio Lobo, todo es ya parte del pasado. "Para mí el asunto está cerrado", sentencia el líder del Ejecutivo. Llegó al poder tras las elecciones del 29 de noviembre, que fueron convocadas por el gobierno interino de Roberto Micheletti, presidente del Congreso y responsable del golpe.
Durante semanas e incluso meses después, la violencia llenó las calles de Honduras.
El derrocado Manuel Zelaya comenzó un peregrinaje en su exilio por diversos países para refugiarse definitivamente en República Dominicana. Y su regreso parece complejo. Mientras tanto, el actual Gobierno de Honduras sigue sin gozar del respaldo de muchos países, un problema cuando se depende del apoyo externo.